miércoles, 16 de noviembre de 2011

Buscando apellidos


Editorial Revista Arcadia 11/11/2011


El Pacho Santos que acaba de reclamar picana para los estudiantes en las protestas estudiantiles es el mismo que pocos días antes le decía a María Jimena Duzán, en entrevista en la revista Semana, lo siguiente: “Acepto que me he vuelto muy godo. Creo en la autoridad; me he vuelto más conservador. Enrique Santos me dice que soy la Derecha ilustrada.”

Propongamos una posible lectura histórica del asunto. Para ello se hace necesario contar una historia que quizás algunos lectores ya conocen. A ellos les pido paciencia y disculpas por la desmesurada ambición de síntesis.

En 1894, los servicios de inteligencia franceses interceptaron una carta enviada al agregado militar alemán en París, en la que se anunciaba el envío de documentos que describen material de artillería francés. Ad portas de un escándalo de espionaje, el Gobierno francés actúa con feroz celeridad para encontrar un culpable. La letra del capitán del Estado Mayor Alfred Dreyfus, judío alsaciano de 35 años, tiene un vago parecido al de la carta interceptada, y pese a las enfáticas declaraciones de inocencia de Dreyfus, en enero de 1895 y tras un juicio meteórico, el capitán es encontrado culpable, degradado y sentenciado a cadena perpetua en la Isla del Diablo en la Guyana Francesa. El ministro de guerra francés, el general Mercier, aseguró que las pruebas eran abrumadoras pero que no las podía hacer públicas porque pondría en riesgo la seguridad nacional.

Un año después, se descubre un telegrama del agregado militar alemán a un oficial llamado Esterhazy. Por el contenido del telegrama, no quedan dudas de que Esterhazy es el informante. Pero el Gobierno, una camarilla de Derecha militarista y antisemita, se niega a revisar el juicio a Dreyfus. Intentan que no se sepa nada pero no logran silenciar el caso, y la familia de Dreyfus, que no ha cejado en su empeño de demostrar la inocencia del condenado, acude a escritores, políticos y periodistas para promover una campaña que lleve a juicio a Esterhazy. Es el periódico Le Figaro el que rompe la conspiración de silencio y comienza uno de los debates más enfebrecidos de los tiempos modernos, y uno fundamental para entender el surgimiento y la primacía de los intelectuales en siglo XX.

Ante la presión, Esterhazy es llevado a juicio en 1897, y para asombro de muchos es declarado inocente. Méline, el presidente del Consejo de Ministros, se niega a revisar el caso Dreyfus. Es entonces cuando Émile Zola publica en L’Aurore su célebre “Yo acuso” en defensa de Dreyfus. La polémica enfrenta al país y los dos bandos se delinean claramente: de un lado están los nacionalistas, integristas católicos, militaristas y antisemitas, y del otro una Izquierda socialista, defensora del Derecho y del librepensamiento, representada por Émile Zola, Marcel Proust, André Gide, Anatole France, Claude Monet y una pléyade de personalidades del mundo de las artes. Es entonces cuando nace el término “intelectual”, acuñado por esa Derecha como un insulto para referirse a quienes ellos consideran traidores y antipatriotas.

Es decir, la palabra “intelectual” nace asociada a la Izquierda. Agua ha corrido bajo el puente desde entonces. El siglo XX convirtió en sinónimas las expresiones anglosajona de “la inteligentzia” y la francesa de “los intelectuales”. Así las cosas, si un intelectual es aquel que piensa, que reflexiona, aquel que es inteligente, y es necesariamente de Izquierda, ¿qué le queda entonces a la Derecha? ¿El militarismo? ¿El uso de la fuerza bruta? ¿La represión? ¿La impertérrita fe en la autoridad que proclama Pacho Santos? ¿El desdén por la inteligencia? Incómodo lapsus aquel de la Derecha antidreyfusiana.

El XX fue un siglo de trágicos errores y los totalitarismos también pusieron en jaque a la Izquierda. El mismo Gide dijo, tras un viaje a la Unión Soviética en 1936, que el comunismo allí no existía, que solo existía Stalin.

La devastación de la Segunda Guerra Mundial con sus más de sesenta millones de muertos le dio una amarga lección al mundo y morigeró los ánimos extremos. Pero la periférica América Latina no participó de la lección. No en vano se la llama “el continente olvidado”. Y esa soledad enquistada ¾a la que aludió García Márquez en su discurso del Nobel¾ se ahonda en Colombia, el país más desgraciadamente solo del continente. En un país que tiene la guerrilla más vieja del mundo, a la Izquierda colombiana le tocó ponerse apellido para poder aspirar al poder por vía electoral: Tiene que apellidarse “Izquierda democrática” para que no le griten terrorista guerrillera como lo hicieron con el gran Émile Zola, a quien llevaron a juicio, condenaron, y quien tuvo que exiliarse en Inglaterra ante las amenazas contra su vida. La Derecha, en cambio, en Colombia, encontró un feliz esplendor militarista en los ochos años del Gobierno que acaba de terminar, que le abrió las esclusas a un discurso rabioso, profundamente anti intelectual, tan desdeñoso del librepensamiento de “los intelectuales” como el de la cúpula francesa de finales del XIX.

Pero llegó un nuevo Gobierno, ni airado ni belicoso, y a medida que las fisuras del anterior comienzan a salir a la luz, el discurso vulgar (“le doy en la jeta, marica”) de la Derecha ha perdido la confianza, y atolondrado y confuso busca moderarse. Le ha llegado su turno de buscarse un apellido y así evitar que la llamen terrorista paramilitar.

Y lo encuentra. Volvamos a la insólita cita: “Acepto que me he vuelto muy godo. Creo en la autoridad; me he vuelto más conservador. Enrique Santos me dice que soy la Derecha ilustrada.”

En tiempos morigerados, la Derecha reclama su derecho a posar de intelectual. ¿Esa es la Derecha ilustrada? Una que ante las protestas estudiantiles se descuida, expone en voz de Pacho Santos su ineficiente intelectual y exige al Gobierno mano dura y… ¡electrochoques para los estudiantes! Por supuesto, Francisco Santos jamás ha leído la hermosa exhortación a los estudiantes que escribió Émile Zola en tiempos del caso Dreyfus y que forma parte de su “Yo acuso”. No importa que haya pedido disculpas. Solo lo ha hecho ante el escándalo posterior. Su “pensamiento”, el dizque pensamiento de la Derecha ilustrada, queda al descubierto.

Qué duda cabe: la búsqueda de apellidos a veces resulta desafortunada. Entre Méline y Pacho no parece haber pasado un siglo, y el único apellido que a la Derecha hoy le corresponde es el de ignorante. Y como la Derecha siempre está buscando la flor de la alcurnia, para que el apellido le quede compuesto, con gusto Arcadia le regala la elegancia de un guión: ignorante-supino.

1 comentario:

Daniel dijo...

la entrevista en la que pachito santos se proclama como "derecha ilustrada" (y además afirma que no es asesor de Pacific Rubiales pero que llaman a "pedirle consejos")

"Ya no pertenezco a esa burbuja bogotana"

El video en el que el mismo imbécil propone electrocutación masiva a los estudiantes

Videoblog: "Le miden el aceite al presidente"