viernes, 7 de enero de 2011

Historias de caballos

Por: Reinaldo Spitaletta
El Espectador-Enero 4 de 2011

Historias de caballos hay muchas. Una muy cercana a los colombianos, es la novela El moro, de José Manuel Marroquín, aquel presidente que recibió un país y entregó dos.

“Mi reino por un caballo”, es la frase desesperada de Ricardo III, el rey inglés que Shakespeare inmortalizó en un drama histórico. Y ni recordar el secuestro del caballo de un mafioso, en los tiempos nefastos de Pablo Escobar, que casi hace morir a su dueño.

Ha habido celebérrimos caballos, incluso en El Ubérrimo. Qué tal Lazlos, el caballo en el que Mahoma realizó su expedición a La Meca. “El diablo jamás osará entrar en una tienda habitada por un caballo árabe”, dijo el profeta. Ah, y por supuesto, son históricos Bucéfalo, del conquistador macedonio que jamás perdió una batalla; Incitatus, del maligno Calígula; Babieca, de aquel legendario guerrero cristiano que siguió ganando batallas después de muerto. Y para no agrandar la lista, el Palomo, cuyo lomo olía a puro Libertador.

Habrá quienes se preocupen por Genitor, o Pegaso, o Strategos o Janto, o el de Troya, que, como digo, la historia y el mito están plagados de esos animales, de los que alguien dijo que eran los más bellos de la creación. De El moro, que es una novela interesante, Miguel Antonio Caro, que era tipo de inteligente ironía, dijo que, en efecto, parecía escrita por un caballo.

Y por estos días las historias de caballos se han esparcido, gracias al patadón que uno de esos ejemplares le propinó al ex presidente Uribe en una finca del oriente de Antioquia. El episodio hizo, por analogía, recordar a algunos periodistas la definición de lo que es noticia: Si un hombre muerde a un perro, he ahí una noticia. Claro que al revés también es interesante. Si un perro muerde al pontífice, al presidente, al ministro, al dictador, también es noticia.

El ex presidente, experto en ganado caballar, chalán y avezado jinete, de esos a los que no se les riega ni una gotita de un pocillo de tinto mientras están a horcajadas, sufrió una coz en una de sus rodillas. La noticia despertó toda suerte de comentarios. La mayoría a favor del animalito, del cual no se ha sabido su nombre. Por ejemplo, alguien dijo que al pobre caballo, si sobrevivía, lo debían poner en cuarentena para desinfectarlo.

También hubo los que dijeron que era como un “falso positivo” y se trataba de desviar la atención sobre los insultos que el ex presidente le mandó al periodista Coronell. Otros advirtieron que el caballo pudo haber sido un aliado del “terrorismo” y que nada raro era que de aquél se hubieran posesionado las almas en pena de Tirofijo, Raúl Reyes y el Mono Jojoy.

No faltó el guasón que señaló que el caballo estaba haciendo justicia por toda la corrupción, cohechos, repartija de notarías, las “chuzadas” del DAS, los “falsos positivos” y demás tropelías presentados en los ocho años de gobierno del llamado “señor de las sombras”. Hubo algunos más punzantes, al decir que al animal se le podía gangrenar la pata.

El hecho despertó distintas reacciones. Se dijo que era un caballo de las huestes de Atila, que era un cuadrúpedo chavista, que a lo mejor le chocó al animalito escuchar aquello de “te doy en la cara, marica”. Y también hubo los que al despedir el año dijeron que el mundo estaba cambiando, pues hasta los caballos habían exorcizado el embrujo autoritario.


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