jueves, 28 de octubre de 2010

In memoriam: Fernando Garavito 1944-2010

Murió hoy jueves 28 de octubre en un accidente de tránsito en Nuevo México (EEUU), el periodista y escritor bogotano Fernando Garavito, uno de los pocos que con valentía denunció el andar de algún sátrapa tropical que hoy se debe regocijar con su muerte. Fernando vivió en el exilio luego de que durante la administración Uribe Vélez fuera amenazado por paramilitares. En la actualidad se desempeñaba como editor adjunto de la revista Razón  Pública y se encontraba preparando el libro “Priscila ha vuelto”. El además abogado de la Universidad Javeriana, escribió los libros de poesía: Já (1976) e Ilusiones y erecciones (1989). En el año 2001 recibió el premio Simón Bolívar de periodismo por su investigación sobre la tragedia del Palacio de Justicia. En 2002 publicó junto con Joseph Contreras el libro “Álvaro Uribe el señor de las sombras”. Fue  candidato a la cámara de representantes por el partido Polo Democrático Alternativo durante las anteriores elecciones parlamentarias.

Hace unos años escribió esta columna de opinión, por demás vigente, y que comparto puesto que muestra su talante político e intelectual.

EL ENEMIGO

Por: Fernando Garavito

 
El enemigo es una construcción. Colectivamente lo hemos hecho a partir de una imagen borrosa, donde juegan persistentes atavismos que muchas veces no se atreven siquiera a decir su nombre. Nuestro enemigo es el desorden, es la igualdad, es el espíritu libertario que reprimimos con un sentimiento de culpa. El enemigo es el otro. Vivimos la obsesión de encontrarlo a la vuelta de la esquina, armado de manera adecuada para aniquilarnos, para atropellarnos, para acabar con nuestros intereses, con nuestras expectativas. La idea que de él tenemos nos es impuesta a través de mecanismos sutiles.

 El lenguaje que emplean los medios de comunicación, las imágenes que saltan sorpresivamente sobre las pantallas de nuestros televisores y que desaparecen con velocidad de vértigo, las palabras que se resaltan por sí solas en el torpe discurso político de las gentecitas que nos gobiernan, las sombras que proliferan más allá de los espacios iluminados por la razón, todo eso constituye la parafernalia adecuada para que nosotros vivamos nuestro pobre terror íntimo que se manifiesta en silencios y en especulaciones. Y, sin embargo, en el fondo de cada uno de nosotros quedará siempre una sombra de duda. ¿Será el enemigo el hombre de la Calle del Cartucho que se droga en público y amenaza rompernos los vidrios del automóvil con un palo? ¿Será el enemigo el silencioso ladrón que nos despoja de todo lo nuestro, el atracador que nos atraca, el secuestrador que nos secuestra, el asesino que nos asesina? Permítanme ustedes plantear una duda. Si trajéramos a Alberto Caeiro y lo sentáramos a dialogar con nosotros en esta conversación que no pudo interrumpir la censura, él nos explicaría con propiedad que el atracador es el atracador y el asesino el asesino y el ladrón el ladrón, pero no el enemigo, porque el enemigo sólo puede ser el enemigo. ¿Y quién es el enemigo? El enemigo, diría él, es el lenguaje que manipula, es la razón que razona, es la verdad que miente, es la bondad que hiere, es la mirada que no ve y el sonido que no dice y el aire que no respira. Entonces uno descubre cuánta razón tiene un poeta que nunca pensó concretamente sobre esto pero lo pensó como hacen los verdaderos grandes poetas.

 El enemigo no es el hombre que va regando desolación y muerte con hechos concretos como las bombas, porque antes de él está el hombre que va regando desolación y muerte con palabras y hechos ambiguos. Aquí hay ahora un discurso moralizante que da pedradas sin tino ni concierto, y que ha resuelto regresar a la torpe y recurrente disyuntiva entre buenos y malos. Buenos los que están conmigo, dijo Bush en su momento. Malos los otros. Buenos, dice su pobre epígono doméstico, son los que apoyan el referendo. Malos los otros. En el comienzo de la violencia tuvimos un gobierno semejante: buenos los católicos conservadores partidarios del color azul. Malos los otros. Para un régimen de fuerza como ese, como este, todos fuimos enemigos, todos somos enemigos. Pero poco a poco él se aislará en su deleznable pedestal de palabras, como se aisló hace cincuenta años, porque él, el poder, es el auténtico enemigo, que nos manipula con el enemigo de ficción (el hombre de la Calle del Cartucho, el indígena, el pobre) como le viene en gana.

Así las cosas, el enemigo es el instrumento de nuestro enemigo, que mantiene su posición aprovechándose de la ingenuidad que nos distingue. A lo largo de décadas ha cambiado de cara varias veces, pero nunca ha perdido su extraño perfil de triunfador en ciernes. Ese enemigo, cualquiera sea, está siempre ad portas de derrotarnos. Qué lástima que no nos hayamos dado cuenta de la jugarreta: quien nos señala a quién debemos odiar y temer, siempre tiene un arma en la mano. Si pudiéramos dejar a un lado nuestro miedo, si estuviéramos en capacidad de reflexionar sin el terror que ahora nos produce el solo hecho de vivir, veríamos que al otro lado de esa ametralladora que se esgrime para protegernos sobreviven seres como nosotros, que nos odian y nos temen, rodeando a su vez a otros seres con ametralladora con la que nos amenazan y los amenazan. Al exponer nuestra indefensión, podemos comprobar que somos un país acorralado por el horror. Vivimos (si acaso vivimos) dentro de un rechazo permanente de la diferencia, nos aterroriza cualquier cosa que escape de los parámetros que nos han dibujado como esenciales para una convivencia que el poder ha convertido en un imposible. En una confrontación de poca monta, que se pierde en el origen de los tiempos, nosotros, los que tenemos la razón, somos las víctimas de la agresión, los eternamente atropellados y amenazados con el despojo. Ese miedo nos despojó del país.

 Hoy no somos país. Somos un rebaño de borregos que rodean al lobo que hemos elegido para que nos proteja, el cual nos devora sin misericordia. Obvio, cada rebaño tiene su propio lobo. El agresivo lobo de las motosierras, de las masacres y de las violaciones sin cuento, es íntimo del nuestro. Cada uno, claro está, devora su propio rebaño y no permite dentelladas ajenas en su territorio. Pero uno y otro utilizan al tercero como un espejo indispensable para la confrontación, como un pretexto para hacernos participar en la lucha. Ese tercero, tan cruel y despiadado como los otros, acorrala y es acorralado, golpea y es golpeado, asesina y es asesinado. Y en medio de ese estruendo, de esas ideologías que no son ideologías, de esos intereses que no son los nuestros, y de la corrupción generalizada que extiende sobre todos ellos su mano de ceniza, los tres asustados rebaños que podrían ser un gran rebaño único si lograran levantarse contra la opresión y la muerte, se odian empeñados en mantener una confrontación que sólo le interesa a los poderosos de todos los pelambres y de todos los crímenes.

 Abramos los ojos. El enemigo es el enemigo.

4 comentarios:

Daniel dijo...

Carta de Fernando Garavito sobre vinculación de Álvaro Uribe como profesor de Georgetown.

Santa Fe, NM, agosto 20, 2010

Señor
JOHN J. DEGIOIA
Presidente
Georgetown University
Washington D.C.

Apreciado señor Presidente:





Noticias de prensa dan cuenta de que el señor Álvaro Uribe, ex presidente de Colombia, dictará clases en el Walsh School para Servicios Extranjeros de esa Universidad a partir del próximo otoño. El dato tiene numerosas implicaciones éticas que ignoro si han sido evaluadas en forma suficiente por Georgetown University.

El señor Uribe fue Presidente de Colombia por espacio de ocho años. Durante ellos, dos frentes de la actividad pública entraron en un período crítico: el primero, la corrupción administrativa; el segundo, el atropello sistemático a los derechos de la oposición y a los Derechos Humanos.

No soy un enemigo del señor Uribe. Soy, simplemente, un colombiano a quien le preocupa que la enseñanza sobre lo que es un "liderazgo global" en una de las instituciones educativas más prestigiosas del mundo, caiga en manos de quien ha ejercido un liderazgo perverso. En este momento mi hija Manuela comienza sus estudios universitarios en este país. Ella quiere participar en la vida pública de los Estados Unidos, una nación que le ha abierto con generosidad las puertas que el señor Uribe y su régimen le cerraron en Colombia. Si por alguna circunstancia ella hubiera entrado a Georgetown y uno de sus profesores fuera el señor Uribe, yo no dudaría un solo momento en pedirle que se retirara de esa institución.

No quisiera, sobra decirlo, establecer contra él ninguna clase de censura. Por el contrario, me parece que está en la obligación de rendir cuentas sobre sus hechos, que muchos en mi país califican como "crímenes". Pero esa rendición de cuentas debe darla ante un tribunal de justicia. En Colombia se prepara ahora mismo un auto cabeza de proceso contra él, que se dirigirá a la Corte Penal Internacional. Pienso que hasta que no se decida su situación jurídica, él no puede estar al frente de una cátedra donde se imparta cualquier tipo de instrucción a quienes él mismo llama "futuros líderes".

Me encantaría debatir con el señor Uribe sobre algunos de estos temas ante la comunidad universitaria. Estoy dispuesto a trasladarme a Washington cuando usted considere que ese debate puede darse. Los estudiantes tienen derecho de saber quiénes son, qué representan y qué pueden enseñar quienes van a ser sus profesores. Mi hoja de vida es insignificante frente a la que podrá mostrar el señor Uribe. Soy, simplemente, uno de los periodistas a quienes él y el régimen que impera en Colombia, condenaron al silencio.

Pienso que una de las tareas que tienen las directivas universitarias es defender a la comunidad puesta a su cuidado. El nombramiento del señor Uribe como maestro de Georgetown es un peligro para la formación ética de los estudiantes.

Cordialmente,


Fernando Garavito

MAURICIO FRANCO dijo...

Hola,Daniel.Todo lo anterior me hace pensar en la vigencia de una canción de Rubén Blades intitulada "Prohibido olvidar".Creo que debe ser consigna de Colombia y del resto del mundo,olvidar es dar patente de corso a nuevos horrores.Te invito a leer mi última entrada,una descripción de Manizales que nunca tendrá la aprobación de cierta corrupta alcaldía ni por supuesto de los eufemistas promotores de turismo.Un abrazo.

Iraida dijo...

Yo diria que lo que el llama el verdadero enemigo es la causa, y los efectos el resto de los males a que da lugar.

Saludos.

Anónimo dijo...

te ando leyendo mi estimado Dani.

siempre de acuerdo con tu forma de sentir.

besos.